domingo, 26 de octubre de 2014

Paulina Vinderman







2)


Las casas son bajas en Ciruelo.
La calle principal tiene dos cuadras custodiadas
por palmeras desparejas: poemas anhelos hacia el sol.
Y es el sol el verdadero alcalde en Ciruelo, el habitante principal.
Cuando tropezamos con las sombras que él fabrica
podemos creerlo todo: hasta el sueño del sueño
cuando lleguemos al hotel.
Un sueño donde las palabras se detienen.
No nos perseguirán aquellos que no fuimos.
Tampoco los que fuimos.
Entraremos en una noche —esa clase de noche—
que no sabe cantar la musiquita de la infancia.
Una noche muerte, con olor a guayaba y a territorio invadido.






 3)


"Cielo de mí",* quiero escribir un sueño dentro de un sueño
 o en el borde del sueño, cielo de mí.
Siempre supe que los bordes cantan mejor
 porque allí también canta el miedo.
Y son el miedo y la muerte los que conocen la canción.
Un dulce recitado para este mundo complejo.
 A eso vinimos: centinelas en la noche esperando el relevo.
¿Dónde estoy?
En un hotel de terciopelos ajados y sin mi retrato de Emily;
sólo el reloj y el cuaderno en mi mesa de luz.
Un olor agrio en mis sábanas.
Aún recuerdo sus manos, eran suaves,
estaban llenas de posibilidad.

La luna se refleja en las aguas fétidas del lago;
las embellece pero no las sana.
Destino del poema, un destino lunar,
repleto de cráteres, cielo de mí. 



* "Cielo de mí": Raúl Gustavo Aguirre.








4)


Salgo a caminar al amanecer.
No he dormido nada (me temo que nunca volveré a dormir.)
Un perro me mira con fijeza. Sus ojos son opacos
y desconfiados pero bajo el claroscuro del cielo
creo percibir una ternura tan vieja como él, tan vieja como las
                                                                                      guerras.
Me acuclillo y lo abrazo; huelo su pelaje.
Es un olor a pasto y a perro, tan simple como eso.
Desde la ventana de su habitación, D.
contempla la escena pero yo aún no lo sé.
Después me dirá:
"Ya te amaba. De otro modo, en ese mismo instante
hubiera comenzado a hacerlo."
Pero, ah, no sabe que estoy abrazándome a mí misma,
 a mi propia retórica intemperie.

Repito una y otra vez mi grado y mi número,
como un prisionero.
El mapa de mi corazón lo indica todo:
la hoja más frágil —a punto de caer—,
el pájaro de canto más hosco, la rama quebrada,
la despedida abrupta en pleno amor.





 7)



¿Cómo será la cara de la ausencia?
¿La creeremos tangible?
El sueño donde volvemos al mundo
antes de haber sido lanzados con furia,
hacia él, cuando nacimos.

La belleza es una trampa.

El amor es otra.

Se necesita algo más que ese sol rojo
sobre el día para confirmar nuestras vidas.
Entre la naturaleza y el arte hay un lugar,
un lugar de gracia —mínimo— donde vivir.
Un lugar solitario para solitarios,
con hierbas, fantasmas, y muros y algún árbol,
y la obstinación mustia y orgullosa del fracaso.

"Acércate amor mío, estoy aquí", le susurraremos
a la ausencia. 







De Ciruelo, Alción, 2014.









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