jueves, 7 de marzo de 2013

María Belén Aguirre




Moldava
 
Esta es,
me dice,
la primera lluvia
sin vos.

Este es,
me dice,
el primer trueno
sin vos.

Así se moja el pelo,
me indica señalándose,
el hombre cabizbajo:

Un gato solo que la gota restriega por el lomo.

Ahora un niño cruza
la calle salpicando
los charcos
por primera vez.
 
Ahora un anciano
medita el paso
con que salteará
la baldosa floja,
tal vez por última vez.

Pero ni a mí
ni a ellos podrás,
me dice interrumpiéndose.

La naturaleza toda
te está vedada.

Agrega:
ausente.

 
                                     [A Gabriel Amos Bellos, por la vida compartida]

 
 
De Praga en dos, Ediciones de la Eterna, 2012.
 
 
 


La impotencia de Tamar

A veces una noche no alcanza
para soñarte.

 
De El silencio de Tamar, Ediciones de la Eterna, 2013.
 

 

De chica, 

te lo conté mientras dormías,
cada uno de los miembros de mi familia
había elegido
-sin consultarlo ni comunicárselo al otro-
un modo efectivo
de aniquilarse.
 
Mi padre bebía hasta dejar de ser
mi padre.

Mi madre trabajaba
como un caballo manso
hasta casi rozar con su frente
los muebles de la casa.

Mi hermana robaba
todas las siestas
lexotaniles a la abuela
ilusionada en conseguir una
cantidad considerable
el día menos pensado.

Mi abuela,
fingiéndose dormida,
se dejaba robar.
Olga era así.
Nos amaba de modos extraños.
Ahora solo recuerda
-como un animalito-
los horarios de la ingesta.
 
Yo dejé de comer.
Lo hice gradualmente,
pensando que quizá la inanición
fuera la forma más higiénica
de desaparecer
de todos.

Ahora, cada vez que tengo hambre,
veo a la Muerte
sonreírme desde el fondo
del plato vacío.

 
De Clases de Olga (inédito).









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